domingo

Niña, que nunca me ha abandonado, habla.

La soledad, fuente de inspiración, de resignación. La soledad, la mejor amiga de quienes no saben conservar las cosas bellas que otorga la vida. La soledad, amiga y fiel compañera -al igual que la mentira, según Woody Allen-, no hay que temerle.
Siempre ha surgido la duda en mi mente "¿Por qué me siento tan sola?", la gente suele no llenarme, y cuando lo hace, nace el error humano. Es como esa frase que nació en una conversación amorosa entre Mary y el Dr. Howard, como dulce aseveración en la película Eterno Resplandor de una Mente sin Recuerdos: "Benditos los que olvidan y que se tropiezan con la misma piedra". Errar es la muestra más clara de que vivimos -como desearía no vivir-, hay que vivir con eso.
Hace poco, cometí uno de los errores que más me arrepiento de haber cometido: perdí a una persona muy especial. No, no murió... por lo menos no su cuerpo, sólo su candidez por mí. Hoy por hoy, siento ese vacío tan terrible y oscuro, porque he perdido mucha de las cosas que solía amar y ovacionar, he ganado cosas efímeras y que, simplemente, sé que será pasajeras. Y, también, han renacido mis dudas sobre si pertenezco a este país, a este tiempo, a este momento. Eso es lo que, tan dolorosamente, hace el error: cuestionarse.
He de recordar otra película tan encantadora como la anterior, Finding Neverland, la historia del autor de Peter Pan, J. M. Barrie. Nos muestra como la ficción puede ser la esperanza en una realidad tan dolorosa que llega a ser absurda. La esperanza, es lo que se alberga en mi corazón en estas horas tan fatídica, que están cargadas de un lóbrego sentimiento de suicidio y lágrimas. Pero comprendo que mi forma de ver la vida, aunque infantil, es mi único refugio. Añoro -como siempre lo he hecho-, escribir novelas y cuentos en los que la gente pueda sentirse feliz y completa, así como me sucedió a mí leyendo Don Quijote de la Mancha. Es así como, obras como Romeo y Julieta, también resaltan a mi cabeza... todas terminando en los conceptos ya tratados en estas insignificantes palabras: Amor, Miedo, Esperanza y Error.
Finalmente, mi error me ladea inconscientemente hacia un acto flagelante a mí ser, por no soportar el miedo y dolor que me causan mis actos. No obstante, la esperanza me inclina con una sonrisa -metafórica, claro-, hacia un nuevo comienzo, hacia mi idealista forma de pensar, como hubo pensado Don Quijote alguna vez en las más de mil paginas de un libro tan conmovedoramente inspirador. Es así, como nuevamente, vuelve a mí, otra película, denominada como Amelie y también, Delicatessen, ambas películas innovadoras en un sentido Romanticista, tan cariñosas con el corazón despedazado por el error. Soy humana, he de admitirlo de una vez. Soy del montón, también he de resignarme a eso. Pero soy Carolina o, como solía llamarme la persona que en estos momentos -y en el fondo de su alma me odia justificablemente- he perdido, Lola.
Ya no quiero ocultar eso de mí, soy una niña soñadora y débil -tal vez ahí va mi complejo depresivo e inherente verborrea de verdad-. No quiero ser fuerte, sólo quiero la paz que hace años anhelo con vehemencia. Y también, escribir y hacer soñar a las personas conmigo, que vean lo que veo y lo sientan.

Allí se encuentra mi esperanza atroz, y el miedo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario